miércoles, 4 de septiembre de 2013

COSAS VEREDES

Coral Bravo
Coral Bravo
Retazos
Cosas veredes (Senegal salvándonos de Rajoy)
Todos sabemos de la gran importancia de la investigación científica para el desarrollo de un país, tanto a nivel económico, como médico, cultural, tecnológico o social; como impulsor del avance y el desarrollo de la sociedad en todos sus ámbitos y niveles. Un país sin investigación es un país yerto, condenado al parasitismo y a la involución. Es un país sin futuro. Y España es tradicionalmente un país con muy escaso potencial investigador. Los grandes cerebros e investigadores españoles se han visto obligados casi siempre a salir fuera. Recordemos el franquismo, por ejemplo y sin ir más lejos, y recordemos nombres paradigmáticos como Severo Ochoa o Sánchez Albornoz.
Es éste, por cierto, un tema interesantísimo, el del exilio científico español en la dictadura. La mayoría de hombres de la cultura y de la ciencia tuvieron que salir de España para no ser represaliados por el régimen, para conservar la vida, en definitiva; y se vieron obligados a ejercer su trabajo investigador fuera de nuestras fronteras, en países de acogida que, como México, Gran Bretaña, EE.UU., Francia, Bélgica, Argentina o Chile, se beneficiaron enormemente del talento de cientos de científicos españoles eminentes. Y es que tras el resurgir del apoyo a la ciencia por la II República, tras el conato de educación racional y adogmática que fue la Institución Libre de Enseñanza y tras la Junta para la Ampliación de Estudios Científicos, creada por Ramón y Cajal y Giner de los Ríos, el franquismo acabó con la época más brillante para la investigación en este país. Al respecto hay obras que profundizan en la materia, como “El exilio científico republicano”, de Josep L. Barona o “El exilio científico español”, de José María Laso Prieto.
Y es que parece que la ciencia y la investigación no son temas que hayan interesado a los poderes tradicionales de este país. La ciencia supone avance, mejoras en la calidad de vida, desarrollo y progreso. Y eso es mucho decir para un país secularmente sometido a la carca moral, la católica, que rechaza de plano todo lo que sea prosperidad y evolución. De hecho, ha sido siempre la institución católica una gran enemiga de la ciencia, del progreso y del conocimiento. Recordemos, por olvidarnos de los ejemplos más paradigmáticos, por ejemplo la larga y tenaz oposición que ejerció en el siglo XIX contra las vacunas infantiles, excomulgando a los médicos que osaran ponerlas con el lúcido argumento de que eran un arma del diablo. La historia de siempre. ¿Cuántos niños se hubieran librado de la muerte de haber sido vacunados en los tiempos de esa oposición eclesial? Nunca lo sabremos, aunque lo intuyamos. Como decía el ensayista y dramaturgo noruego Helge Krog, “la Iglesia sólo acepta el progreso cuando ya no puede impedirlo”.
Pues parece que volvemos a esos tiempos retrógrados en el ámbito de la ciencia, además de en todos los otros, justamente cuando empezábamos a estar menos lejos de equipararnos al resto de países europeos. Rajoy está fulminado la ciencia y la investigación en este país. Será porque los peperos son tan creyentes en mitologías que no creen en el método científico, ni en las verdades demostradas. La ciencia lleva acumulando desde el 2009 un recorte del 40% de la financiación de la investigación, además de la congelación de la financiación a las Comunidades autónomas que no cumplen el objetivo de reducción de déficit, lo cual está ocasionando la muerte de grupos, centros y proyectos de investigación, a pesar de ser proyectos ya aprobados. De hecho, los proyectos de investigación aprobados previamente a los recortes no han recibido aún, a mediados de 2013, ni un euro de la financiación de 2012. Y mientras tanto, cuentas en Suiza con muchos millones de euros del partido que nos gobierna ¿Hacia dónde vamos?
Y hay más, mucho más, que, me temo, no cabe en esta columna. Pero me centraré en un dato que es el que la ha dado pie. Según informaba hace pocos días el diario Canarias Ahora, en su edición del día 25, una partida de 325.000 euros aportados por el gobierno de Senegal ha servido para no paralizar y dar continuidad a los proyectos de investigación del Instituto de Enfermedades Tropicales de Tenerife, tras los drásticos recortes de Rajoy. Es decir, Senegal, un país pobre, muchos de cuyos habitantes se embarcan en pateras para poder vender baratijas en nuestras playas, un país con una renta per cápita de unos 700 dólares, frente a los 22.700 euros de España, nos tiene que hacer un donativo para que varios proyectos de investigación en marcha no sean paralizados por el cerebrito de Rajoy y sus secuaces. Qué fuerte, como dicen las nuevas generaciones (no las del PP, no, esas están por la labor de poner el brazo en alto, ensalzar a Hitler y cantar el Cara al Sol). Así vamos. Cosas veredes, decía Cervantes.
Coral Bravo es Doctora en Filología

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